Una vida sobre rieles: la historia de don Ricardo Álvarez Tobías

Testigo del auge y caída del ferrocarril en Tamaulipas #5inco #HistoriasCotidianas

Ciudad Victoria, Tamaulipas. – Con voz pausada pero firme, don Ricardo Álvarez, de 76 años, narra su historia como uno de los últimos ferrocarrileros de la vieja guardia.

Originario del municipio de El Mante, Ricardo ingresó a trabajar en Ferrocarriles Nacionales de México a los 15 años, gracias a una anuencia firmada por su padre, también ferrocarrilero jubilado.

Desde entonces, su vida quedó ligada al acero de las vías, los silbidos de las locomotoras y el ir y venir de los trenes que movían al país.

Durante 33 años sirvió en distintos puestos: comenzó como llamador, ascendió a garrotero de patio y más tarde fue parte del equipo de transporte que formaba trenes para salir desde estaciones como Rosa, entre otras.

Su trayectoria abarcó los días en los que el sistema telegráfico Morse era la única vía de comunicación, hasta la llegada de las computadoras a las locomotoras, que poco a poco desplazaron al personal humano.

"Antes, para que una máquina no patinara en la arena, uno tenía que bajarse corriendo a echarle tierra a los rieles", recuerda.

"Ahora, todo lo hacen dos personas: el conductor y el maquinista. Por eso les pagan más, pero ya no es igual. Antes éramos cientos en cada taller".

Don Ricardo aún rememora con claridad la cantidad de trenes que llegaban diariamente para descargar maíz, sorgo y ganado.

Recuerda cómo ingresaban por las calles Hidalgo y Lauro Rendón, donde actualmente se encuentra el gimnasio José Sulaimán Chagnón.

Aún quedan vestigios de aquella época: sobre la calle Pensamientos todavía pueden verse tramos de vía y algunos durmientes de madera, aunque hoy en día la mayoría han sido sustituidos por concreto.

"Antes, aquí llegaban trenes con ganado, vacas y caballos. Teníamos piletas para darles agua. Todo eso desapareció por ahí del 72. El tren de pasajeros dejó de pasar definitivamente en el 98", cuenta mientras señala los antiguos postes del telégrafo.

Con la privatización de los ferrocarriles impulsada durante el sexenio de Ernesto Zedillo en 1995, el panorama cambió radicalmente.

Ricardo fue jubilado el 18 de febrero, pero al día siguiente lo recontrataron para trabajar dos años más en Ferromex, una de las empresas concesionadas. En total, dedicó 37 años al ferrocarril.

Como parte de su trabajo, vivió junto a su familia en una de las casas que la empresa otorgó a más de 40 trabajadores que no eran residentes. Las casas estaban destinadas especialmente para quienes laboraban en el mantenimiento de vías o estaciones, y muchas aún se conservan en pie.

De las estaciones y el bullicio del ferrocarril, hoy queda muy poco. Ricardo vive rodeado de recuerdos en una colonia que antes era exclusivamente ferrocarrilera.

"Aquí quedamos pocos. De mi época, tal vez cuatro. Ya muchos murieron o sus casas pasaron a particulares. Yo soy el más viejo… pero aquí sigo."

Don Ricardo formó una familia junto a su esposa, con quien ha compartido 55 años de matrimonio y cuatro de novios.

"Tuve seis hijos, uno también alcanzó a trabajar en el ferrocarril y logró su liquidación".

Junto a su esposa y rodeado de hijos y nietos, don Ricardo mantiene viva la memoria de un sistema ferroviario que alguna vez fue el corazón del transporte en México.

"Gracias a Dios, aquí ando todavía, con mi historia, mis recuerdos…. y un corazón que nunca dejó de latir al ritmo del tren”.